Están entrando a un lugar lleno de magia donde yo......
Soy anfitriona...Deberán saber que en otra oportunidad ustedes serían mis víctimas pero en esta ocasión solo busco vuestra compañía...Compartir gustos y momentos agradables...Yo los invito a caminar a mi lado en las tinieblas...Yo los invito a entrar...Los guiaré para que vuestros ojos se deleiten ante miles de mundos creados por mágicas manos...Y a veces los dejaré entrar a mi propio mundo que encontrarán en mis palabras... Solo se pide que dejen vuestra huella...Vuestro susurro...Vuestras miradas...En definitiva vuestra presencia para poder existir...Si ustedes están ahí...Yo siempre estaré aquí...Envuelta en tinieblas...
Un saludo muy sincero..
martes, 8 de noviembre de 2016
El círculo de La Mujer Contorsionista
En uno de los primeros días en que me encontraba junto a ellos -tras haberlo dejado todo en mi ciudad- gozaba yo de los preparativos que varios artistas del circo realizaban en una pequeña plaza sita entre dos localidades donde tenían previsto actuar. Consideraba, como me sucediera ya en mi juventud, que había hallado por fin la senda mágica tantas veces anhelada y que entre ellos era un invitado que siempre iba a estar en primera fila de su mundo de funambulismo y nada más. Estaba bien volver en aquellas circunstancias. Si.
Si, porque por ejemplo, el declinar de la tarde doraba los perfiles de las figuras de los artistas quienes, casi en silencio, efectuaban sus ejercicios dispares. Es cierto que yo no quería ver la triste sombra de rutina que ocupaba sus rostros. Siempre me he engañado de manera casi perfecta. Por ello, pasando de sombras, mis ojos fotografiaban para el futuro cada uno de los ejercicios que me rodeaban, cada uno de los cuerpos en movimiento entre el aire algo frío que aparece cuando la tarde muere. Un adulto niño, volvía a ser feliz. Creo que volvía a ser feliz o algo parecido.
Luego entré en uno de los carromatos. Porque si, sin ningún objetivo: Era un paseante. Me aupé a aquél, un carromato pequeño de tela color malva con un dibujo muy primario como adorno cuál reclamo insuficiente. En su seno se encontraba Layla, La Mujer Contorsionista. Casi se había doblado por completo y permanecía inmutable. Me dio la impresión de que tenía el perfil de una luna muy decreciente. Vestida con sus ropas de trabajo, sus piernas robustas enfundadas en mallas con alguna rotura, le dio una calada a su cigarrillo y luego lo depositó con cuidado junto a una vieja silla. Entornó los ojos hacia mí y me preguntó:
-¿Te gusta?
-Por supuesto. Mucho. -respondí enfatizando el tono de mis palabras. Sonrió. Se dobló algo más. Algo más. Hasta cerrarse en un círculo completo. Por el rictus de su rostro era evidente que le suponía un importante esfuerzo, era una mujer de algo más de treinta años y quizá su mejor época había pasado. Me sorprendió cuando me apremió:
-Penétrame.
Su tono de voz era como si, quizá en una casa vacía, te hable de súbito una puerta que reste aún un palmo abierta y te acucie a entrar, a introducirte en la habitación que guarda antes no sea ya imposible. Entré en el círculo cerrado de la mujer. Y pasé a otro plano de mi existencia. Te vi a ti. De nuevo. Por ello, regresé en mi recorrido por el tiempo de que dispongo. Te vi, y soporté por segunda vez tu largo silencio. Y como te ibas, del modo en que te ibas. Como la casa se quedaba sola. Como la calle te engullía en su boca, al cierre de mi mirada. Y luego, inmerso en el interior de aquel círculo que poseía a mi voluntad, si te escuché: Como reías tras haber compartido ambos disfrute cualquier anochecer de aquellos. Después te sentí llorando por tu madre muerta. Y te abracé otra vez, enlutada en ropa tan triste y que sin embargo te hacía aún más bella. Tu piel tan delicada me pareció de nuevo el inicio de una nevada sobre el paisaje. Como el día del entierro me lo pareció. Y tras esto asistí a una de nuestras crueles peleas, a aquella batalla de palabras que se disparaban como balas que siempre alcanzaban. El círculo me proporcionó un flash back en el que se mezclaban nuestras experiencias conjuntas sin atener al orden cronológico de ellas. Por eso lloré y reí sin solución de continuidad. Comprendí que lo nuestro había sido puro vértigo y que el final estaba anunciado en cada uno de nuestros actos. Te vi tendida a mi lado, durmiendo fatigada. Con unos ojos cerrados en los que minutos antes sus pupilas se habían partido como puertas de fuga. Vi allí tu marcha, tu adiós sin palabras, tu desaparición definitiva. Sentí de nuevo aquella extrema soledad que me sobrevino el día en que ya no te percebí a mi lado.
Fue así Pilar, de este modo: en silencio y apoderado del desespero. Fue así y ante el miedo a afrontar aquella tundra que era el resto del mundo, decidí quedarme en el interior del círculo de La Mujer Contorsionista.
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estoy ardiendo en versos que no nacen. Los siento, sin cabeza, remover el caudal de sangre virgen - alfilerazos hondos - en las hebras au...
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Septiembre/ 1940 Londres Querido amigo, te escribo ésta carta esperando que te encuentres a salvo y bien de salud. Espero que te acuerdes ...


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